Las mecedoras siguen teniendo hueco en nuestros hogares, aunque por desgracia muchos tienen que renunciar a ellas porque no tienen suficiente espacio como para aprovechar ese vaivén tan relajante que muchos dicen que es cosa de autistas. Además, otro de los principales problemas que hacen que no se vendan en cantidades industriales es que resultan muy incómodas para comer.